La economía colaborativa: Uber

¿Cuánto tiempo uso mi coche al día? ¿podría sacarle partido a mi plaza de garaje mientras estoy trabajando? ¿cuánto tiempo pasa el apartamento que tengo en la playa muerto de risa sin ser utilizado? Estas y otras preguntas se las hacen muchos emprendedores desde hace algunos años. Hoy muchas de esas ideas se convierten en proyectos de la economía colaborativa. Todos los expertos ha reconocido que este fenómeno ha llegado no como algo pasajero, sino para quedarse.

En 2014, los Tribunales españoles tomaron medidas judiciales que supusieron el cierre de uno de los servicios de Uber. Como en alguna ocasión ha reconocido Carles Lloret, CEO de Uber en el sur de Europa «desde Uber pedimos perdón por haber hecho cosas mal«. El modelo de negocio disruptivo en el sector del transporte de viajeros en las ciudades nació en Estados Unidos, donde sin duda ha triunfado, llegando a ser tan popular o más que los conocidos Yellow Cab. 

Desde que existe el capitalismo se nos invita a que cada ciudadano tenga un bien para su uso privativo, un coche, una moto, una casa. Sin embargo desde la llegada de Internet se nos permite de forma muy flexible entrar en contacto con otros consumidores dispuestos a cedernos sus bienes una parte del tiempo en que no los están usando.

En la economía convencional tenemos una curva típica de oferta y demanda: existe proveedores que ofrecen sus productos y servicios, y una demanda que los requiere y paga por ellos. La economía colaborativa permite que se puedan ofrecer unos productos y servicios que antes no estaban en el mercado. Como señala el profesor del IE, Enrique Dans, «para llevar a alguien de un sitio a otro, hasta ahora necesitábamos que alguien concediese una licencia carísima, homologar el vehículo, equiparlo. Ahora Internet favorece que las personas puedan ponerse de acuerdo para moverse de un lado a otro. Todo aquel que dispone de un vehículo, se convierte de la noche a la mañana en oferta disponible«.

Internet ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con los demás, con nuevas formas para estar en contacto. Lo que pocos imaginaban es que pasásemos de compartir una frase o un estado de ánimo, al fin y al cabo cosas intangibles, en las redes sociales a compartir cosas materiales como nuestro coche, nuestra casa, etc…

En las transacciones económica, la confianza es clave. Y en la economía colaborativa es una de las piezas clave. Si hace diez años nos hubiesen dicho que al viajar al extranjero unos días, nos alojaríamos en casa de unos desconocidos, pensaríamos que nuestros amigos estaban locos. Hoy todo es distinto, y las diferentes plataformas velan por que la confianza no sea la única bandera o garantía.

¿Qué ocurre en la economía colaborativa? ¿Quién garantiza u homologa ese producto o servicio? El usuario, que está sometido al peer review system: después de cada uso, el cliente inserta una valoración en la aplicación, lo que permite a los gestores de la plataforma hacer la criba necesaria.

En 2015 el Alcalde de NYC ante las protestas de algunos sectores trató de tomar cartas en contra del sentir de las personas contra la compañía Uber. Finalmente tuvo que dar marcha atrás y negociar un plan alternativo teniendo en cuenta a Uber.

Después del cierre en 2014, el pasado 30 de marzo, Uber cumplió un año del servicio UberX en Madrid. La prohibición llevó a la compañía a replantear su modelo de negocio y sumarse al modelo de negocio de las VTC. La existencia de Uber no implica que el taxi desaparezca, sino que puede ser un complemento y una oportunidad para la transformación digital del sector. 

El gremio del taxi disfruta de un pseudomonopolio del transporte de pasajeros desde hace 30 años y la gente quiere poder elegir. Los taxistas han pasado de ser los únicos en el mercado a competir con nuevos servicios como Uber, Car2Go o Emov. La lógica sería ¿qué va a pasar ahora conmigo? Parte de la solución, como apunta Carles Lloret, pasa por eliminar «restricciones anocrónicas» al sector del taxi para reducir la barreras de entrada y los costes de operación y que los taxistas puedan competir en igualdad de condiciones.

Hasta ahora, apunta Marc Vidal, los gigantes de la industria automotriz y de la tecnología, los bancos de inversión, los think tanks y los expertos consideran, que de la misma manera que Google apareció de forma disruptiva en el escenario de la publicidad, Apple en el sector de los teléfonos inteligentes y Amazon en el comercio online, Uber será el monopolio del transporte compartido.

Y aun con esas, incluso esta afirmación no se ha cumplido. En todo caso lo será compartiendo el escenario. Lo curioso además es que dentro de Uber la proliferación de automóviles de Tesla nos lleva hacia otro modelo disruptivo como es el de la conducción automatizada, en el que, posiblemente uno de los damnificados sea el propio Uber.

El pasado fin de semana utilizamos el servicio de Uber en Madrid. Es más lo hicimos en horas de máxima demanda, el resultado no deja lugar a muchas dudas. La atención al cliente, los detalles en los automóviles, la rapidez en el servicio y precios competitivos llevarán a muchos otros servicios de transporte de viajeros a entender que esto de la economía colaborativa ha llegado para quedarse.


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